Avvenire – Pero no se es hijo porque no se equivoca
La versión española de este artículo
La nota oficial con la que Comunión y Liberación acompaña el evento de Formigoni es bellísima y es bellísima porque es cristiana. Tratándose de un movimiento eclesial -porque ante todo Comunión y Liberación, no lo olvidemos, es una compañía de cristianos- puede parecer redundante: nada más obvio que unos cristianos hagan consideraciones “cristianas”. Y sin embargo no es tan obvio.
“«Si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él» (san Pablo). En estos momentos, sufrimos junto a Roberto Formigoni con la conciencia de que, en última instancia, solo Dios puede ver de verdad el corazón del hombre y puede responder a la necesidad de misericordia que todos tenemos. Le acompañamos con la oración en esta circunstancia tan dramática para él, que vivimos como un poderoso reclamo a la conversión de cada uno de nosotros.
Ninguna prueba puede eliminar la compañía de Cristo a nuestra vida, que nos permite volver a empezar siempre con la certeza humilde de que todo colabora misteriosamente para el bien: esto es lo que pedimos al Padre para Roberto y para nosotros.”
Lo infinitamente cristiano que se desprende de estas palabras no es la citación de san Pablo, sino la compañía que se ofrece a un miembro propio también cuando, según los jueces, es culpable. Porque no es raro que en estos casos, también las instituciones cristianas, contraviniendo las enseñanzas del Maestro, comiencen “el baile de la toma de distancia”. De los matices. “ Es cierto que es de los nuestros pero actúa en nombre propio” “Es de los nuestros pero en la época de los hechos era como si ya no fuera más de los nuestros”. Se podrían seguir exponiendo evasivas como estas, porque una retórica bien conocida ofrece a las instituciones avergonzadas todo el armamento de aclaraciones que “corrigen los rubores” y dejan entender que los méritos y las victorias son de todos, pero los errores y los pecados son siempre y solo de los miembros individuales.
Es conocido como la genealogía de Cristo (Mt 1, 1-17) no se abstiene de entrelazar santos con adúlteros, personas fieles con prostitutas e idolatras. Nosotros en cambio, cuando alguno de los nuestros se equivoca, porque peca, sentimos la tentación de echarlo fuera. Para nosotros cristianos, es un hecho gravísimo. Porque nosotros –creyentes en el Dios Uno y Trino- sabemos perfectamente que ninguno esta separado de otro, que estamos todos relacionados, participando de la suerte o la desdicha. Es importantísimo, por último, subrayar que este acto de solidaridad con Formigioni sea oficial, o sea generado por quien gobierna el Movimiento Comunión y Liberación. Cuando la actuación pública de quien gobierna se repliega haciendo entender que llegó el momento del “voluntariado misericordioso” se acaba por incentivar la marginación del perdedor, de quien se ha equivocado. Al principio estará cerca del pecador algún entusiasta de la palmada en la espalda, pero después al pobre se le dejará solo, solo para morir. Cuando uno de los miembros falla, el jefe de la comunidad no es suficiente que evite condenarlo, debe expresar abiertamente la solidaridad con el hermano. Que no significa decir si se confundió o no, porque este es un juicio que en el Cielo le corresponde a Dios y en la tierra a quien le competa, pero significa saber que se es hijo también cuando se yerra. No se es hijo “porque no se falla” sino que se es hijo por una esencia generativa imborrable. En casos como el de Formigoni el simple callar no equivale a no condenar, sino que favorece implícitamente una movilización en contra de quien ha errado (hablando siempre en abstracto, sin entrar en el fondo del asunto) que de esa forma se convierte en un sujeto peligroso para “ el orden público” interior al Movimiento. Se acaba así por predicar la acogida para el pobre y el necesitado, pero de hecho se crea una realidad que margina – y al final expulsa- al más desgraciado, al más débil, al más pecador.