Articoli / Blog / In spagnolo | 25 Giugno 2018

Opus Dei – La novedad del trabajo y de la amistad

Casi 90 años desde su nacimiento, “nuestro Señor a través de esta pequeña porción del Pueblo de Dios que es la Obra, tiene algo nuevo que ofrecer a nuestra sociedad”. Con ocasión de la fiesta de san Josemaría, don Matteo Fabbri recuerda tres notas que son el ADN del Opus Dei: la filiación divina, el trabajo y la amistad. 

El Opus Dei es joven. El 26 de Junio es el aniversario del nacimiento al cielo de san Josemaría y sucede en un año particular, el 2018, pues el próximo 2 de Octubre se cumplirán 90 años de su fundación. Por esto lo primero que me viene a la mente es la idea de lo joven que es la Obra. El Opus Dei es joven no sólo porque 90 años son pocos para una institución que durará mientras haya personas que desempeñen un trabajo, sino porque, querida por Dios, tiene “algo nuevo” que ofrecer al mundo de hoy.   

Cuando mi padre, un joven estudiante de Derecho, conoció aquí en Milán a las primeras personas del OD, eran los últimos años de la década de los 50. Aquellos chicos, pocos, entusiastas y llenos de amor a Dios, hablaban de “llevar el mundo a Dios” y lo hacían llenos de fe. El mundo de entonces, “la Italia que llevar a Dios”, era muy distinta a la actual. Era una Italia hecha de italianos: era prácticamente imposible encontrarte por la calle con un asiático o un africano. Era una Italia compuesta casi al 100% de católicos, de bautizados, casi todos practicantes.   

Había algunos alejados de la Iglesia o, a veces, incluso contrarios a ella, pero que compartían el mismo sistema de valores. No había, por ejemplo, pornografía, ni existía el divorcio ni el aborto. Las relaciones eran estables en todas sus variedades, serenas y por tanto encaminadas al crecimiento, también económico. A aquellos jóvenes la Obra tenía algo que decirles. No eran los pilares esenciales de la formación cristiana, adquiridos a lo largo de los años por grandes sectores de la sociedad, sino –y me detengo en un solo aspecto- pasar de un cristianismo de devociones y de tradiciones, a una vida interior personal, nutrida de las ambiciones laicas y nobles de la ciudadanía cristiana    

Casi 70 años después, nuestro país aparece profundamente cambiado. Nos caracterizamos, como le sucede a gran parte de occidente, por la fragmentación. Opiniones profundamente diversas sobre qué es la familia, el bien y el mal, hombre y mujer, están asentadas en nuestro interior. Encontramos en nuestro corazón, en nuestros pensamientos el SÍ y el NO.

Antes, para estos casos, existía la idea de “ser incoherentes”, pero hoy esto parece perdido. Hay una profunda diversidad humana: muchas religiones, ninguna religión, muchas etnias. A veces, incluso, hijos nacidos por métodos artificiales y no naturales. Pero pienso que hoy, y quizá más hoy que ayer, la Obra tiene mucho que ofrecer; o mejor, nuestro Señor a través de esta porción del pueblo de Dios que es la Obra tiene algo nuevo que dar a la humanidad.

Rechazo esta convicción con tres expresiones bien conocidas por los miembros del Opus Dei: la conciencia de la filiación divina, el trabajo profesional y la amistad. Por poner una imagen, es como si la filiación divina fuera los pies y la amistad y el trabajo fueran los brazos. En primer lugar la filiación divina. Saber en cada momento que uno es hijo de Dios ayuda a pensar que la persona que tengo en frente, prescindiendo de las diferencias, es mi hermano. Es una experiencia por lo demás muy común. En cualquier familia hay una oportunidad de decir que por encima de las ideas y de las acciones está el hecho de que somos hermanos y hermanas. 

Esta idea básica hermosa e indiscutible de la convicción de la común genealogía humana, para una persona del Opus Dei, puede y debe realizarse a diario –diría incluso en todo momento- en las dos relaciones que atraviesan todo multiculturalismo y toda multireligiosidad: el trabajo y la amistad. Porque si haces bien el pan, no me importa quién seas, ni cuáles son tus ideas políticas o tus creencias religiosas. Tú y yo nos encontramos en el fruto de nuestro trabajo, que se entrelaza y resuelve nuestras necesidades. A menudo, en efecto, -y llegamos a la tercera expresión- de la relación profesional, nacerá la amistad, que no tendrá como horizonte necesario la utilidad, sino que vivirá en el reino de la gratuidad. Porque la amistad es estar contigo por estar contigo, prescindiendo una vez más, de cualquier diferencia.

Estos tres elementos –filiación divina, trabajo y amistad- son el ADN del Opus Dei, y considerarlos desde este punto de vista nos ayuda a comprender que la Obra pueda ser un importante generador de unidad, un pegamento, dentro de la sociedad civil y de la Iglesia. Los 4 clavos con los que el Papa Francisco apuntala su pensar y su obrar –la unidad prevalece sobre el conflicto; la realidad es más importante que la idea; el todo es superior a la parte; el tiempo es superior al espacio (Evangelii Gaudium n. 221) se convierten, para la persona del Opus Dei que vive la filiación divina, la amistad y trabajo bien hecho, en una posibilidad real y cotidiana de misión en medio del mundo  

Y todo esto no sólo aisladamente, sino como cristianos unidos unos a otros. San Josemaría había acuñado un aforismo. Decía que las personas del Opus Dei tienen “un denominador común y un numerador diversísimo”. Debía suceder que cuando la gente viera actuar a dos o más personas del Opus dei, exclamaran espontáneamente: “mira esos dos cristianos, en lo opinable no están de acuerdo en absoluto, pero mira cómo se quieren: por lo tanto, son del Opus Dei”

Cuando sucede esto, pienso que se dibuja una sonrisa en el rostro de san Josermaría en el cielo y en el rostro de María, en cuyo cariño hacia Ella era lo único que el fundador nos dejaba que le imitáramos.

Don Matteo Fabbri

Vicario regional del Opus Dei en Italia