Amoris Laetitia / Blog | 25 Agosto 2016

Amoris Laetitia – Rodrigo Guerra risponde a Jaroslaw Merecki e fa una proposta

Abbiamo riportato nel blog l’articolo di Rodrigo Guerra favorevole ad AL e quello di Jaroslaw Merecki che lo criticava. Come si vede dalla foto che illustra il post, Rodrigo Guerra ha segnalato al blog la sua replica. La riportiamo prontamente anche se, purtroppo, è in castigliano

Cumplir cincuenta años de edad es una ocasión especial para cualquiera. Es momento para hacer una revisión de vida sobre lo que se ha hecho, es una oportunidad para pedir perdón y para tratar de aprender de cara al futuro que Dios nos quiera conceder. Me encontraba muy de mañana el 4 de agosto meditando en estas cuestiones cuando de repente, al revisar mi correo electrónico, me topé con un inesperado regalo de cumpleaños: Sandro Magister anunciaba en su boletín que el filósofo polaco Jaroslaw Merecki  respondía a la interpretación de “Amoris laetitia” que a su vez el “sociólogo” Rodrigo Guerra había publicado en “L’Osservatore Romano” del 22 de julio de 2016:

> Seconda sfida a “L’Osservatore Romano”. Merecki contro Guerra López
> Second Challenge To “L’Osservatore Romano.” Merecki Versus Guerra López
> Second défi à “L’Osservatore Romano”. Merecki contre Guerra López
> Segundo desafío en “L’Osservatore Romano”. Merecki contra Guerra López

Leí de inmediato tu amable texto, querido y admirado Jareck, y luego de haberlo meditado un poquito me atrevo a responder algunas de tus inquietudes y hacer algunos comentarios y propuestas que espero puedan ser de tu interés. Con alegría descubro que solamente anotas algunas cuestiones particulares y que la mayor parte del contenido de mi pequeña reflexión en “L’Osservatore Romano” no lo tocas. Procedamos, pues, paso por paso:

1. La pretensión fundamental de mi texto: desarrollo orgánico y fidelidad creativa

El texto que publiqué en “L’Osservatore Romano” tiene como pretensión fundamental aquello que se señala en su título original en español: “‘Amoris laetitia’: desarrollo orgánico y fidelidad creativa”. La palabra “y” es una conjunción copulativa lo que indica que la fidelidad creativa que aparece en “Amoris laetitia” no es una creatividad anárquica o sin referentes sino verdadera fidelidad al depósito de la fe basada en el desarrollo orgánico de la comprensión tanto de este depósito como de la realidad que nos toca vivir a comienzos del siglo XXI. El depósito de la fe no es una realidad evolutiva. Pero nuestra comprensión del mismo sí que admite profundizaciones y matizaciones graduales. Así mismo, el complejo momento social y cultural que vivimos requiere ser atendido y entendido poco a poco. Me llama la atención que Sandro Magister presente tu artículo afirmando que la mía es una “interpretación evolutiva”. Si por “evolutiva” se quiere insinuar un cambio de “especie”, un cambio sustancial en la doctrina, no puedo estar de acuerdo con este calificativo. Pero si con este término se desea indicar que el Papa Francisco desarrolla de manera novedosa elementos incoados en la doctrina de la Iglesia y acentuaciones pastorales propias de su ministerio como Pastor de la Iglesia universal, me parece que podría ser correcta.

Me alegra mucho que coincidas con Benedicto XVI en la necesidad de hacer una “hermenéutica de la continuidad”. En efecto, “Amoris laetitia” para ser rectamente entendida necesita este tipo de hermenéutica. En tu texto señalas un primer elemento esencial de ella: hay que interpretar la Exhortación apostólica de Francisco a “la luz del magisterio anterior”. Sin embargo, también es preciso dar otro paso complementario: hay que interpretar el magisterio anterior a la luz del nuevo. Estos dos elementos, estos dos momentos metodológicos, no son simétricos, no son iguales. Cada uno tiene sus peculiaridades que – lamentablemente por razones de espacio – no podemos explicar aquí. Simplemente te comparto que insistir de manera exclusiva en el primero conduciría a atrapar y congelar a “Amoris laetitia” en las categorías y argumentos precedentes neutralizando los aspectos de novedad que este documento incorpora. Así mismo, subrayar de manera exclusiva el segundo momento desarraigaría a la exhortación de su anclaje orgánico y conllevaría a una hermenéutica rupturista. 

Imagínate por un momento, Jareck, que las nociones de “libertad de culto” y “libertad religiosa” no fuesen interpretadas utilizando ambos elementos para una hermenéutica de la continuidad. Entre la doctrina expresada en la encíclica “Libertas” de León XIII y la doctrina de la declaración “Dignitatis humanae” habría una contradicción: en un momento se diría “A” y en otro se afirmaría “no-A”. Y esto no es así. 

Benedicto XVI, en su célebre discurso del 22 de diciembre del 2005 nos recuerda que la única manera de enfrentar a una “hermenéutica de la discontinuidad y de la ruptura” es precisamente a través de una “hermenéutica de la continuidad” que simultáneamente es una “hermenéutica de la reforma”, “de la renovación dentro de la continuidad del único sujeto-Iglesia”. Este sujeto “crece en el tiempo y se desarrolla, pero permaneciendo siempre el mismo, único sujeto del pueblo de Dios en camino”. Esto es precisamente el desarrollo orgánico que se encuentra a la base de la “fidelidad creativa”. Este último término, que al parecer no te agrada y lo comparas en su ambigüedad a la “democracia popular” en la época de la dictadura en Polonia, era muy querido por San Juan Pablo II. El Papa polaco, con este concepto indica la simultánea fidelidad al don recibido y a las nuevas exigencias del momento presente, tal y como puedes observar, por ejemplo, en el título y en el contenido del parágrafo 37 de la exhortación apostólica postsinodal “Vita consecrata”.

No es bueno olvidar el binomio y la bi-direccionalidad interpretativa entre magisterio precedente y magisterio actual. Cuando se olvida o se atenúa se siembran semillas malsanas que en ocasiones derivan en tristes rupturas, como seguramente sabes.

2. La dimensión subjetiva y objetiva de la verdad

Me gusta mucho que señales en tu texto con especial énfasis la dimensión objetiva de la verdad  y que reconozcas que San Juan Pablo II la aprecia enormemente. Yo también lo hago: existen contenidos esencialmente no-inventables que se dan a nuestra conciencia y que merecen ser reconocidos en su objetividad. De hecho, la subjetividad de la persona es uno de esos contenidos objetivos. El primer párrafo del libro “Amor y responsabilidad” de Karol Wojtyla precisamente versa sobre esta cuestión: la subjetividad humana merece ser reconocida como un dato objetivo.  

No puedo estar más de acuerdo en tus afirmaciones sobre la existencia de normas morales que expresan verdades objetivas y sobre que el necesario discernimiento de los casos concretos no puede ir en contra de estas verdades. Más aún, coincido en lo afortunado que ha sido que Juan Pablo II nos haya regalado la encíclica “Veritatis splendor” en la que se critican las muy erróneas teorías que rechazan la existencia de absolutos morales. Como sabes he escrito un libro sobre los fundamentos filosóficos del iuspersonalismo siguiendo a Santo Tomas de Aquino, a Karol Wojtyla y a Dietrich von Hildebrand (“Afirmar a la persona por sí misma”, Comisión Nacional de los Derechos Humanos, México, 2003). En este libro, que se ha distribuido muy ampliamente y puede ser descargado gratuitamente en www.rodrigoguerra.net, explico algunas de las bellas afirmaciones que nos regalas. Así mismo, he publicado en diversos libros y revistas tanto europeos como latinoamericanos textos en los que muestro la fuerza argumentativa de la filosofía de Karol Wojtyla sobre la naturaleza del matrimonio y la familia.  Por ello, me resulta extraño que escribas tu artículo como si esta literatura no existiera. De repente siento que tal vez no interpretaste mi articulito en “L’Osservatore Romano” a la luz de las obras filosóficas que lo preceden y que en cierto sentido lo amparan.

Lo que quisiera reiterarte es que considero incorrecto que el discernimiento del acto cometido por un penitente que se confiesa o por una persona que se acerca a un sacerdote a pedir consejo se reduzca a una aplicación más o menos mecánica de la norma. Una acentuación unilateral de la norma – incluidos los llamados “absolutos morales” –  ya sea a nivel teorético o ya sea a nivel pastoral, puede, en nombre de la verdad, lastimar la verdad sobre el hombre. Para que la verdad se coloque al servicio de la persona tiene que ser afirmada con caridad, con un adecuado discernimiento prudencial y con gran paciencia ya que en muchas ocasiones algunos pecadores tardamos un poquito en entender y en acoger lo que vamos descubriendo en el camino de la fe y en la vida moral.  

Dicho de otro modo: en el ámbito de los “expertos” en teología moral, la tensión entre la norma moral y el acto contingente, en ocasiones se resuelve a favor de la norma. Tengo la impresión que curiosamente esto no sólo sucede en quienes de manera tácita o explícita defienden un cierto rigorismo sino también en algunos de los que incurren en el laxismo. Unos son hombres de leyes universales que en ocasiones no desean siquiera escuchar el complejo drama de la persona real y afirman simplemente la norma en su inmutabilidad como solución supuestamente “pastoral”. Los otros adoctrinan de manera normativa el cómo, el cuándo y el dónde ciertas normas no obligan y se vuelven expertos en navegar al interior de los resquicios, es decir, del espacio dejado por las supuestas situaciones de excepción. En ambos casos, un legalismo absorbe la situación singular de la persona y su drama. 

Creo que uno de los méritos más importantes de “Amoris laetitia” justamente se encuentra en superar la tentación rigorista y la tentación laxista: Francisco no cambia la doctrina de la Iglesia pero introduce con gran fuerza la importancia del discernimiento y de la gradualidad pastoral. Esta “antigua novedad” la conocen bien quienes están cerca de los autores clásicos de la teología de la vida espiritual. Hay que respetar y coadyuvar pacientemente con la acción de Dios al interior del alma de la persona. Esto implica un acompañamiento lleno de verdad, de paciencia y de ternura. Esto implica tener muy presente que la persona humana no es una realidad estática sino histórica y que merece ser ayudada con los sacramentos, discerniendo en cada etapa, a cuales puede acercarse y a cuales no. 

3. Nadie puede afirmar con certeza que está en gracia de Dios… mirándose a sí mismo

Es verdad, y está definido en el Concilio de Trento, que nadie puede afirmar con certeza que está en gracia de Dios, cómo tú bien señalas. Sin embargo, los católicos en diálogo con los luteranos hemos logrado decir algo más en la Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación. Nadie puede tener certeza que está en gracia de Dios “mirándose a sí mismo”. Pero mirando a Cristo debemos tener la más firme esperanza.

Por ello, es preciso un discernimiento que otorgue una cierta confianza moral que es la que uno tiene cuando decide acercarse a comulgar. Toda persona que se acerca rectamente a comulgar lo hace suponiendo de alguna manera que está en gracia. El discernimiento del que habla Francisco en “Amoris laetitia” se ubica precisamente en este nivel. No podemos olvidar, en este mismo sentido, otro texto del magisterio de San Juan Pablo II, “Ecclesia de Eucharistia”, n. 37, donde dice claramente: “El juicio sobre el estado de gracia, obviamente, corresponde solamente al individuo (en latín: ‘ad singulos homines spectat’), tratándose de una valoración de conciencia”. 

Esta “valoración de conciencia” de la persona es la que lleva a una certidumbre elemental que permite decidir cuándo uno puede acercarse a comulgar. Por supuesto, en el mismo parágrafo se señala que cuando existe obstinación en un manifiesto pecado grave no se puede ofrecer el acceso a la eucaristía. Sin embargo, esto también exige un prudente discernimiento por parte del pastor que permita descubrir si existe verdaderamente pecado grave o no.

Por eso “Amoris laetitia” destaca la conciencia de la persona, aunque habla de un discernimiento acompañado por el pastor y teniendo en cuenta las orientaciones del obispo. En ese discernimiento no sólo se tiene en cuenta la ley natural, sino la situación real de la persona, la conciencia sincera y honesta y los condicionamientos del caso. 

¿Acaso cuando uno va a comulgar sólo se discierne si se ha faltado en cuestiones externas? La realidad es que se discierne también sobre cuestiones subjetivas. Por ejemplo, uno se pregunta si no se ha dejado dominar por la vanidad, si no guarda rencor hacia alguien, si no está siendo indiferente ante el sufrimiento ajeno, etc. Allí no basta la norma, sino que se requiere una gran sinceridad y una honestidad que permita reconocer también la real situación subjetiva. Por cierto, cumpliendo en el fuero externo las normas, uno puede incurrir en falta. No abundo más a este respecto.

“Mutatis mutandis”, uno puede estar seguro en conciencia de que no debe exponer a los hijos de una nueva unión al sufrimiento y a los riesgos de una ruptura familiar, y entender que por el momento hay una decisión que “no debe tomar” (regresar con la esposa). La persona que vive en esta situación comprende que en ese momento, si deja a sus hijos sin su padre, comete una nueva falta grave. ¿Puede esta persona acercarse a la eucaristía? El sacerdote tendrá que mirar con cuidado la situación. Tal vez sí, tal vez no. Es el dato de la “estimación de conciencia” el que puede ayudar a advertir que, más allá de la irregularidad de su situación, no hay una culpa grave que impida absolutamente acudir al remedio de la Eucaristía. Vale la pena recordar lo que Francisco nos enseña: “el discernimiento debe ayudar a encontrar los posibles caminos de respuesta a Dios y de crecimiento en medio de los límites. Por creer que todo es blanco o negro a veces cerramos el camino de la gracia y del crecimiento, y desalentamos caminos de santificación” (“Amoris laetitia”, n. 305). 

En efecto, Jareck, el Papa Francisco no ha querido cambiar la doctrina sobre la indisolubilidad del matrimonio o que los divorciados vueltos a casar muchas veces deban vivir como hermanos si desean mantenerse en estado de gracia y acercarse a la eucaristía. Dices, con cierta ironía, que sugerir que Francisco ha cambiado el magisterio de Juan Pablo II y de Benedicto XVI a través de una nota a pie de página sería “verdaderamente demasiado creativo”. Por mi parte, yo completaría tu expresión diciendo que ignorar una nota a pie de página o tratar de hacer caso omiso del resto de los capítulos de la Exhortación, no corresponde a la religiosa obediencia que le debemos al magisterio pontificio del legítimo sucesor de Pedro. Pero, por supuesto, ni la primera postura corresponde a mi persona ni la segunda a la tuya.  

Coincido contigo, querido Jareck, en recordar las palabras de san Juan Pablo II: “no tengan miedo”. No hay que tener miedo de anunciar íntegramente la buena noticia del matrimonio y la familia que el Papa Francisco nos comparte en “Amoris laetitia”, incluidos todos los parágrafos y todas las notas a pie de página. Gracias a Dios, “Amoris laetitia” es mucho más que el capítulo VIII o la nota 351.

4. La filosofía de Karol Wojtyla y las discusiones en torno a ella

He querido dejar hacia el final de esta rápida meditación en voz alta el comentario a tus primeras observaciones sobre Karol Wojtyla y la discusión que se realizó en 1970 en torno al libro “Persona y acción”. Si lees con atención mi texto publicado en “L’Osservatore Romano”, el objetivo no era presentar de una manera analítica y detallada aquella discusión sino poner un mero ejemplo que permita entender que en ocasiones la irrupción de una novedad en el pensamiento o en la actividad de los cristianos suscita algunas dificultades y resistencias, como las que hoy presentan algunos que se sienten indigestos con el Papa Francisco y su magisterio.

Por supuesto escribí comentarios que tratan de simplificar una discusión filosófica que como tú bien señalas estuvo llena de sutilezas y cuestiones complejas. Y esto lo hice porque mi texto en “L’Osservatore Romano” es de índole periodística, Jareck. No es un artículo para una revista académica de filosofía y mucho menos es un libro monográfico sobre la maduración gradual del método filosófico de Karol Wojtyla, cosa que sería necesario escribir para poder atender este tema con toda propiedad.

Así mismo, me sorprende que haces afirmaciones que denotan una cierta falta de atención en la lectura. No puedo señalar todas las deficiencias a este respecto, simplemente mira que dices cosas como: “sostener, como hace Guerra, que los profesores de orientación tomista que tomaron parte en el debate no estaban habituados a volver a las cosas mismas…”. Esto suena retóricamente convincente para el lector desprevenido pero no atiende a lo que yo escribí en “L’Osservatore Romano”  donde claramente señalo que fueron “varios de ellos” – no todos – los que en mi opinión estaban más acostumbrados a un cierto canon de ortodoxia filosófica tomista.

Para profundizar en algunos aspectos del ambiente de la filosofía tomista en Polonia en la época de Wojtyla, en algunos de sus diversos autores y corrientes, e incluso mirar una evaluación analítica de la discusión realizada en 1970 por parte de diecinueve profesores en torno a “Persona y acción”, puedes consultar mi libro “Volver a la persona. El método filosófico de Karol Wojtyla” (Caparrós, Madrid, 2002). En él encontrarás abundante bibliografía primaria y secundaria sobre Karol Wojtyla y las cuestiones que señalas en tu réplica. En efecto, tal y como apuntas, Wojtyla apreció profundamente la metafísica de santo Tomás y la asimiló especulativamente. El es un caso privilegiado de alguien que amaba profundamente al Doctor angélico y por eso no se contentó con el tomismo formalista  que con diversos grados y niveles existía en distintas escuelas filosóficas de aquella época.

En tu texto me dices que deseas defender a algunos profesores polacos contra los juicios “despectivos” de “los que probablemente no se han tomado el trabajo de leer sus textos”. Al parecer incurres en el mismo problema que pretendes denunciar ya que el libro que me atrevo a sugerirte que leas te debería resultar familiar, no solo por tu calidad de experto en la filosofía de Wojtyla, sino porque te lo obsequié y dediqué hace años y me lo agradeciste con enorme cariño.

5. Una falta de inmersión intelectual y pastoral

Por otra parte, la falta de estudio en Europa de los filósofos y teólogos latinoamericanos es recurrente. A veces me da la impresión que algunos académicos europeos (y norteamericanos) consideran al pensamiento latinoamericano una suerte de esfuerzo inferior o secundario respecto de lo que se produce en países como Alemania, Francia e incluso en Italia. Esto no sería más que un comentario anecdótico sino fuese, en mi opinión, también importante para comprender algo de lo que está sucediendo en torno a Francisco. 

Querido Jareck: ¿no has percibido que la enorme mayoría (por no decir “todas”) de las personas que cuestionan en distinto grado y tono al Papa Francisco no se han dado a la tarea de sumergirse profundamente en el pensamiento y en la experiencia pastoral latinoamericana? Cuando Juan Pablo II fue elegido Papa su perfil intelectual y pastoral demandaba hacer un esfuerzo especial para comprender su enseñanza. Fue necesario para muchos estudiar la historia de los cristianos en Polonia, las diversas tradiciones filosóficas en torno a Wojtyla y penetrar en su ardua filosofía para desentrañar, por ejemplo, el verdadero alcance y significado de “Redemptor hominis”, de “Laborem excercens” o de lo que eventualmente sería conocido como “teología del cuerpo”. Hombres como Rocco Buttiglione, Massimo Serreti, Tadeusz Styczen, Angelo Scola y otros, hicieron una increíble labor de inmersión y explicación que hasta el día de hoy rinde frutos. 

En mi opinión, un esfuerzo análogo es necesario realizar en el caso de Jorge Mario Bergoglio SJ. ¡Cuantas discusiones nos ahorraríamos si nos dejáramos interpelar por la biografía intelectual y pastoral de nuestro Papa! En los principales institutos académicos dedicados a la difusión y profundización del magisterio pontificio ha sido más bien escaso el estudio serio y sistemático por parte de profesores y alumnos, de los escritos de Jorge Bergoglio y de algunos de sus autores más queridos, como Lucio Gera, Juan Carlos Scannone o Methol Ferré. Ya no se diga el estudio amplio y profundo de la teología del pueblo o del magisterio episcopal latinoamericano. ¿No valdrá la pena, por ello, cambiar de “método” al momento de evaluar “Amoris laetitia”?

6. Una propuesta para ti y para tus amigos

Sé que estarás tentado a responder nuevamente a estas líneas para aclarar tal o cual punto. Te invito a proceder de otra manera que tal vez pueda ser más interesante y fructífera para los dos y para quienes resulten interesados. Cuando Francisco visitó México en febrero de 2016 pronunció un largo y riquísimo discurso a los obispos en la catedral de la Ciudad de México. Te recomiendo leerlo completo y con atención. Yo me encontraba ahí y lo seguía desde un rincón junto con varios de mis amigos más queridos. 

Este impresionante discurso de Francisco me recordó aquellos mensajes que san Juan Pablo II dirigía a los polacos explicando aspectos esenciales de su identidad nacional y de la misión de la Iglesia en la historia que tanto bien hicieron en el alma aún de personas que nos encontrábamos en contextos muy diversos, como los de América Latina. 

Las palabras de Francisco, si se les pone atención, no solo están dirigidas para los sucesores de los apóstoles sino que dejan enormes lecciones para todos, incluso para ti y para mí:  “La única fuerza capaz de conquistar el corazón de los hombres es la ternura de Dios”. No hay que perder el tiempo en cosas secundarias, en habladurías e intrigas, en infecundos clubs o en murmuraciones de distinto tipo. Hay que reclinarnos con delicadeza sobre el alma profunda de nuestro pueblo, en especial, del que más sufre y se encuentra como marginado.  Hay que dejar que nuestra mirada, como la de María, se llene de Jesús. “Si nuestra mirada no testimonia haber visto a Jesús, entonces las palabras que recordamos de Él resultan solamente figuras retóricas vacías. Quizás expresen la nostalgia de aquellos que no pueden olvidar al Señor, pero de todos modos son sólo el balbucear de huérfanos junto al sepulcro. Palabras finalmente incapaces de impedir que el mundo quede abandonado y reducido a la propia potencia desesperada”. 

En un cierto momento, lleno de dramatismo, el Papa Francisco se atreve a decir: “Esto no está en el texto, pero me sale ahora. Si tienen que pelearse, peleénse; si tienen que decirse cosas, díganselas, pero como hombres, en la cara, como hombres de Dios que después van a rezar juntos, a discernir juntos y si se pasaron la raya, a pedirse perdón, pero mantengan la unidad”.

Esto es lo que te propongo querido Jareck. Hemos tenido profesores comunes, tenemos muchos amigos comunes y hemos compartido la experiencia de vivir en amistad la fe y el amor por la verdad a través de muchos años. ¿Qué te parece si ambos rezamos juntos, discernimos juntos y nos disponemos a la posibilidad de tener que corregir algo ya sea de nuestras convicciones intelectuales, ya sea de nuestra actitud del corazón? 

Mucho me gustaría viajar a Roma para tal efecto. Pero para los mexicanos los viajes a Europa resultan ser muy costosos. Nuestra capacidad económica es muy distinta a la de los europeos. Por eso, me atrevo a invitarte a ti y a tus compañeros profesores del Instituto Pontificio Juan Pablo II que tienen algún tipo de reserva sobre el Papa Francisco y/o sobre “Amoris laetitia” a que hagamos un camino común de diálogo académico pero empíricamente fundado en la amistad sincera y la oración en común. En el Centro de Investigación Social Avanzada nos daría mucho gusto poderlos recibir para platicar y compartir, para orar y para crecer en la confianza y la mutua estima. Tenemos muy pocos recursos pero en pobreza siempre es más fácil compartir. Seguramente, algunos amigos calificados de América Latina y de Europa podrían acompañarnos para enriquecernos a todos con razones y experiencias que permitan crecer en el amor y en la comprensión adecuada del Papa Francisco.

De esta manera, aún cuando nuestras diferencias no se resuelvan en el primer día, podríamos iniciar una experiencia diversa a la de la lógica puramente mediática, a la de la descalificación fácil y hasta grosera con la que algunos han tratado de responder críticamente al Papa (cosa que reconozco, que gracias a Dios, no es tu caso). Así, podríamos aprender los unos de los otros y disponernos a servir con alegría a la verdad que encontramos en la persona viva de Jesús y en la realidad del complejo mundo que nos toca vivir. Una experiencia así sería un servicio muy bello al interior de estos debates: mostrar que la caridad cristiana concreta, cercana y cálida puede crear una atmósfera diversa para madurar como Iglesia en comunión con Jesucristo y con el Papa.

Piénsalo y rézalo. Tal vez sea una buena oportunidad. Con sincero afecto y admiración por ti y por tu trabajo, me despido. Aprovecho la ocasión para encomendarme en tus oraciones.

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18.8.2016 

Tratto dal blog di Magister