Articoli / Blog / In spagnolo | 05 Maggio 2018

Blog – Opus Dei: sacerdotes pero, antes, profesionales

Sobre la mesa del cuarto de estar del centro del Opus Dei donde vivo –me refiero al centro Elis, en el barrio de Casalbruciato de Roma- veo un folio con la lista de los diáconos de la Prelatura que dentro de unas horas serán ordenados sacerdotes en la basílica de san Eugenio. Es una copia del comunicado publicado en la web del Opus Dei con todo tipo de datos: horarios, nombres y apellidos, obispo consagrante, presencia del Prelado, y un dato más, pequeño pero del todo significativo, porque contiene un detalle que reto a quien quiera a que lo encuentre en comunicados de este estilo de diócesis, asociaciones, movimientos u órdenes religiosas, de cualquier parte del mundo. Ahí se dice que los nuevos sacerdotes “recibirán la ordenación sacerdotal después de haber desempeñado durante algunos años diferentes profesiones”.

Es algo, repito, en líneas generales poco corriente e insignificante. Poco corriente, porque la mayor parte de los sacerdotes llegan jóvenes al sacerdocio sin estudios civiles y sin haber ejercido un trabajo profesional; insignificante, porque cuando llegan al sacerdocio después de haber ejercido su trabajo (y quizá con un grado universitario), esto no es en absoluto significativo. Es decir, el hecho de que alguien sea ingeniero y haya trabajado cinco años en una empresa antes de sentir la llamada y de empezar sus estudios para llegar a ser sacerdote es algo que en general no interesa a nadie. Sin embargo, para el Opus Dei es importante subrayarlo: día, ora, lugar, obispo celebrante, nombres y apellidos de los futuros sacerdotes, edad, nacionalidad y además que han ejercido su profesión durante algunos años.

Hace poco he escrito que Escrivá no hablaba sólo de santificar el trabajo, sino que hablaba sobre todo de “santificar el propio trabajo profesional”. En el Diccionario de san Josemaría, publicado por el Instituto Histórico San Josemaría Escrivá de Balaguer, en la voz trabajo profesional, Illanes explica que para el Fundador el adjetivo “profesional” es fundamental a la hora de entender qué es santificar el trabajo. Es decir, el trabajo no es sólo “un trabajo” –como podría ser el trabajo que lleva a cabo un monje benedictino para miniar un códice-, no es eso, es un trabajo, una faena, un deber, una ocupación que cualifica al que lo realiza desde el punto de vista social, porque éste connota, ciertamente, ese trasfondo social y vital (cfr. La voz “santificación del trabajo, pág. 1202 del Diccionario de san Josemaría Escrivá de Balaguer, Monte Carmelo 2013) Si, por ejemplo, Andrés trabaja como ingeniero, decimos que “Andrés es ingeniero”, no decimos que es un señor que hace el oficio de ingeniero, cosa que por el contrario no sucede con el monje benedictino, al que seguimos llamando “monje benedictino” independientemente de que escriba, estudie, cultive la tierra o trence cestos de mimbre. El trabajo de Escrivá, explica el Diccionario, se denomina “profesional” y debe leerse según las categorías propias y comunes que le conciernen: la economía, la sociología, la medicina del trabajo, etc. Es “profesional” in stricto sensu y significa que quien desempeña ese trabajo no es “una persona que trabaja de ingeniero”, sino “un ingeniero”. Este modo de vida se imprime profundamente en quien desempeña cualquier profesión: tan profundamente que lo convierte en un ingeniero. A lo que se añade que, cuando el ingeniero llega a ser sacerdote, aunque ya no será un ingeniero como lo era al principio, sin embargo, continuará siéndolo en cierto modo.

¿Es esto sólo una elucubración mental? No me lo parece. De nuevo en el valioso “Diccionario” en la voz sacerdocio ministerial elaborada por Goyret, se presentan como esenciales para los sacerdotes del Opus Dei estas palabras del Fundador: “Uno de los mayores peligros que amenazan hoy a la Iglesia podría ser precisamente el de no reconocer esas exigencias divinas de la libertad cristiana, y, dejándose llevar por falsas razones de eficacia, pretender imponer una uniformidad a los cristianos” (Conversaciones, n.59) Sin pecar de pretencioso, se puede afirmar que los sacerdotes de Escrivá deben ayudar a los demás a ser cada uno quien es dentro de la iglesia; a ser responsables de los propios actos, a tener convicciones profundas que partan de la propia competencia y ayuden a actuar de modo totalmente libre y consecuente. Quiero decir, lo mismo que cuando un ingeniero decide cómo va a construir, si firma o no un proyecto o cómo va a encarar un problema que le plantea la sociedad referente a su profesión.